Palabras van y vienen. ¿Quién las entiende? | Libre

No era anormal encontrar a Tomethy en sus horas libres, filosofando con algún que otro señor que se encontraba leyendo algún libro, en algún rincón del gran y bullicioso bar. Abierto casi todo el día, impregnado con un asqueroso olor entre aceite quemado y ron barato. De todas maneras, algunos pocos, los del rincón, solían traer diferentes libros todos los jueves, para que algunos pocos que supiesen, pudieran hacerse de la información de los mismos. Algunos eran de política, otros de información de aquellos nuevos mundos, los cuales pocos conocían. Otros hablaban de plantas, astronomía, biología, pintura y música.
Él ya había leído todos los libros que allí se encontraban, le apasionaba.

Sus pies cruzaron la puerta de madera, algo estropeada. Esta rechinaba al moverse por eso, se mantenía casi siempre cerrada.
En el bar habían muchísimas ventanas en la misma situación, por lo tanto se encontraba completamente cerrado el bar, manteniendo ese olor antes dicho.
Desvió la mirada de sus manos, buscando algún rincón. De seguro había llegado muy temprano, puesto a que no había nadie. Llegó a la mesa del rincón y estiró su mano. Una de las hijas del propietario del bar le miró. Tomethy le mostró solo su índice, en forma de que quería uno de lo de siempre. Whisky, del mejor. La muchacha volvió rápido y Tomethy dejó caer algunas monedas sobre la mano de ella, la cual le sonrió y fue dando pequeños saltitos hasta su otra hermana.

Tomó un sorbo, haciendo un pequeño ruido después de hacerlo, como si estuviese tomando agua bien fría. Ese sonido de frescura, aunque el whisky le proporcionaba todo lo contrario.
Posó su mirada en la ventana más cercana, que se encontraba algo sucia, y las personas que caminaban por las calles quedaban deformadas, formando siluetas cómicas, las cuales despertaron el interés e imaginación de Tomethy. Apoyó su codo en la pequeña mesa redonda y su cabeza en su mano, concentrándose en la ventana.