De relojes y cintas | Libre

Días atrás, caminando por las calles de la ciudad, en plena noche, había sentido unos ruidos, cosa la cual, había hecho que Tomethy, apurase su paso, perdiendo su reloj de mano.
Para él, era de suma importancia saber exactamente la hora en la que estaba viviendo. Tenía miras de escribir minuto a minuto de algún día de su vida, un día al mes, cada mes, de cada año en la cual siguiese con vida. No sabía porque lo quería, pero así lo hacía, y de alguna forma pensó que ese día, era el día.
Tomó sus monedas y las colocó dentro del bolsillo de su pantalón color negro, uno de sus preferidos el cual estaba acompañado con una camisa blanca, abotonada hasta casi su cuello, adornándolo con una cinta negra, hecha un pequeño moño.

Salió de su casa, la cual se encontraba casi siempre sumida en oscuridad por la falta de ventanas, y sus ojos se cerraron casi inmediatamente. El poco sol que había, le molestaba. Por lo cual subió una de sus manos, haciendo sombra en sus ojos, hasta que estos se acostumbren.
Sus piernas le dirigieron hacia la zona de mercados. De seguro allí encontraría una buena relojería. Primero pasó por la tienda de cintas, necesitaba una nueva, la que estaba usando, ya no iba a servir para mucho más tiempo. Más tarde pasó por la relojería, retirando un reloj completamente dorado, con pequeños detalles en color plata. Era hermoso, aunque, en realidad el color y forma, le importaba poco.
Salió de la tienda y admiró el reloj, quedándose parado en el mismo lugar varios minutos. Desvió la vista de este, y miro a sus alrededores. Todos iban de aquí y allá.

Necesitaba un reloj, no era muy asidua a saber donde y cuando o a que hora estaba parada en un lugar pero necesitaba uno. La universidad estaba cerca de comenzar y no podía andar atrasada por la vida siempre. Era hora de madurar.
Llegué segun las indicaciones de mis padres a una de las mejores relojerías y miré atraves de la vitrina uno de los relojes. En eso llegó un chico que parecía mirar también lo mismo que yo "Ese se ve muy lindo" comenté indiferentemente apuntando uno que se encontraba en la esquina del aparador.

Su mirada se fijaba en unos chicos, que parecían querer robar cintas. Era bastante normal ver ese tipo de cosas en la ciudad. Dónde los ricachones mostraban su riqueza, de forma asquerosa, siendo vulnerables a ser robados con facilidad. Las manos agiles de los niños se metían por dentro de los bolsillo del pantalón de algún señor regordete, y sin hacerlo sentir nada, deslizaban algún pañuelo o reloj de mano, despacio, para guardárselo con rapidez en el primer hueco que encuentren en su vestimenta, para caminar, indiferentes hacia otro lugar. Quizás a su casa, o quizás a robar algo más.
De algo debían vivir, y después de todo, esos señores, se lo merecían.
Sintió que alguien hablaba cerca de él, y movió su cabeza, algo rápido. Se encontró con una joven de cabellera rubia, que parecía estar mirando la vitrina. Se volteó para mirar lo que ella.
-Lo es- comentó.
Realmente, no esperaba estar mucho tiempo en el mercado. Sus planes, eran escribir, pero podía hacerlo más tarde, nadie le corría.
Desvió la mirada de la vitrina y miró a la joven, para flexionar apenas sus piernas, como un pequeña reverencia, un típico saludo, de cortesía.
-Buenos días- musitó, como saludo.